El deseo femenino: mitos, silencios y verdades

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Por Noemí Tiral

Introducción: Durante siglos, el deseo femenino ha sido un territorio plagado de sombras, silencios, mitos y tergiversaciones. Se ha patologizado, invisibilizado o romantizado hasta extremos que poco tienen que ver con la experiencia real de millones de mujeres. Este artículo es un viaje por ese deseo que late, se transforma, se esconde y a veces explota. Vamos a hablar del deseo sin tapujos, desde lo personal, lo social, lo biológico y lo emocional. Y sobre todo, desde lo humano.

1. El silencio que educa

Desde pequeñas, muchas mujeres aprenden sin que se les diga explícitamente que el deseo es algo que no les pertenece. Que deben esperar a ser deseadas, pero no desear. Que si sienten curiosidad por su cuerpo o por el placer, eso es algo «raro», impropio, incluso vergonzoso.

No hace falta que nadie lo diga con palabras. Basta con la forma en que se evitan ciertas conversaciones, la forma en que se castiga la exploración, o incluso cómo se premia la sumisión. Ese silencio es una forma de educación.

¿Cuántas veces hemos oído frases como «eso no se pregunta», «esas cosas no se hablan», o peor aún: «eso está mal»? Muchas de nosotras crecimos en ese clima, y romper con él no es fácil. Requiere valentía, autoconocimiento y también acompañamiento.

2. Mitos que pesan

El deseo femenino ha sido moldeado durante siglos por discursos ajenos: religiosos, médicos, patriarcales, culturales. Y en esa mezcla, se fueron instalando creencias profundamente limitantes. Algunas de ellas:

  • «Las mujeres no tienen tanto deseo como los hombres»: falso. El deseo no es una cuestión de género, sino de contexto, emociones, salud, autoestima, etc.
  • «Si una mujer desea mucho, es promiscua»: otra trampa. Este mito busca controlar la sexualidad femenina desde el juicio moral.
  • «El deseo se tiene o no se tiene»: también es falso. El deseo fluctúa. Cambia con los años, con las relaciones, con los ciclos vitales. No es una línea recta ni un interruptor.

Estos mitos no solo nos confunden, sino que nos alejan de la posibilidad de conectar con nuestro propio deseo de forma libre.

3. Deseo no es lo mismo que excitación

Este es uno de los grandes malentendidos. Muchas personas creen que si no sienten «ganas» o excitación física inmediata, es que no hay deseo. Pero el deseo femenino suele ser más responsivo que espontáneo.

¿Qué quiere decir esto? Que en muchas mujeres, el deseo aparece después de que empieza la estimulación, la intimidad, el contacto. No antes. No siempre es «tengo ganas y entonces actúo», sino que puede ser «empiezo, y entonces tengo ganas».

Comprender esto libera de mucha presión y culpa. No estamos rotas. Estamos desinformadas.

4. Deseo y vínculo emocional

Para muchas mujeres, el deseo está muy conectado con el entorno emocional: sentirse queridas, vistas, respetadas. Esto no es una regla universal, pero sí una tendencia que la ciencia ha confirmado en múltiples estudios.

No se trata de que las mujeres «necesiten amor para desear», sino de que el deseo florece cuando nos sentimos seguras. Cuando no tenemos que defendernos. Cuando podemos bajar la guardia.

Esto tiene mucho sentido si pensamos en cómo el cuerpo responde al estrés, al juicio o a la culpa. No hay placer posible en un entorno hostil.

5. El deseo no desaparece con la edad

Otro mito poderoso: que el deseo femenino se evapora después de la maternidad, o con la menopausia. La realidad es que el deseo cambia, sí, pero no desaparece.

Muchas mujeres descubren nuevas formas de placer y deseo después de los 40, 50 o incluso más. Porque ya no tienen prisa. Porque conocen mejor su cuerpo. Porque se liberan del mandato de «gustar» y se atreven a disfrutar.

La libido no es patrimonio de la juventud. Es un derecho vital.

6. Escuchar al cuerpo sin juicio

El cuerpo habla. A veces en susurros, a veces a gritos. Pero para escucharlo, hay que dejar de juzgarlo. Muchas mujeres viven desconectadas de su cuerpo por culpa de la vergüenza, la autoexigencia o las experiencias negativas.

Reconectar con el cuerpo es un proceso. Puede incluir masturbación consciente, movimiento, danza, terapia, lectura erótica, o simplemente tiempo a solas. No hay una receta única, pero sí una certeza: el deseo necesita espacio para florecer.

7. Deseo propio, no para complacer

El deseo femenino ha estado muchas veces al servicio del otro. «Tener ganas para que él no se enfade», «hacerlo aunque no me apetezca», «poner cara de disfrute aunque no lo sienta». Estas experiencias son más comunes de lo que pensamos.

Recuperar el deseo propio es recuperar el derecho a decir sí cuando es sí, y no cuando es no. A explorar lo que nos gusta de verdad, no lo que creemos que deberíamos disfrutar. A salir del piloto automático.

8. El placer también es político

Hablar del deseo femenino no es solo una cuestión personal. Es también una forma de resistencia. Porque el placer de las mujeres ha sido históricamente invisibilizado, ridiculizado o castigado.

Reivindicar el derecho al deseo es también cuestionar una sociedad que premia la sumisión, que erotiza la desigualdad y que sigue enseñando a las niñas a complacer antes que a disfrutar.

Por eso este post no es solo una reflexión. Es una invitación a cambiar las reglas.

Conclusión

El deseo femenino no necesita ser explicado desde fuera, sino escuchado desde dentro. Cada cuerpo, cada historia y cada pulsación merece espacio y atención. En este blog queremos seguir tendiendo puentes, nombrando lo que durante tanto tiempo ha sido silenciado, y abriendo caminos para que el deseo de las mujeres no sea más un enigma, sino una fuerza viva, digna y compartida.

Gracias por leerme.
Con cariño,
Noemí Tiral


El deseo femenino: mitos, silencios y verdades

Por Noemí Tiral

El deseo femenino: mitos, silencios y verdades

Introducción: Durante siglos, el deseo femenino ha sido un territorio plagado de sombras, silencios, mitos y tergiversaciones. Se ha patologizado, invisibilizado o romantizado hasta extremos que poco tienen que ver con la experiencia real de millones de mujeres. Este artículo es un viaje por ese deseo que late, se transforma, se esconde y a veces explota. Vamos a hablar del deseo sin tapujos, desde lo personal, lo social, lo biológico y lo emocional. Y sobre todo, desde lo humano.

1. El silencio que educa

Desde pequeñas, muchas mujeres aprenden sin que se les diga explícitamente que el deseo es algo que no les pertenece. Que deben esperar a ser deseadas, pero no desear. Que si sienten curiosidad por su cuerpo o por el placer, eso es algo «raro», impropio, incluso vergonzoso.

No hace falta que nadie lo diga con palabras. Basta con la forma en que se evitan ciertas conversaciones, la forma en que se castiga la exploración, o incluso cómo se premia la sumisión. Ese silencio es una forma de educación.

¿Cuántas veces hemos oído frases como «eso no se pregunta», «esas cosas no se hablan», o peor aún: «eso está mal»? Muchas de nosotras crecimos en ese clima, y romper con él no es fácil. Requiere valentía, autoconocimiento y también acompañamiento.

2. Mitos que pesan

El deseo femenino ha sido moldeado durante siglos por discursos ajenos: religiosos, médicos, patriarcales, culturales. Y en esa mezcla, se fueron instalando creencias profundamente limitantes. Algunas de ellas:

  • «Las mujeres no tienen tanto deseo como los hombres»: falso. El deseo no es una cuestión de género, sino de contexto, emociones, salud, autoestima, etc.
  • «Si una mujer desea mucho, es promiscua»: otra trampa. Este mito busca controlar la sexualidad femenina desde el juicio moral.
  • «El deseo se tiene o no se tiene»: también es falso. El deseo fluctúa. Cambia con los años, con las relaciones, con los ciclos vitales. No es una línea recta ni un interruptor.

Estos mitos no solo nos confunden, sino que nos alejan de la posibilidad de conectar con nuestro propio deseo de forma libre.

3. Deseo no es lo mismo que excitación

Este es uno de los grandes malentendidos. Muchas personas creen que si no sienten «ganas» o excitación física inmediata, es que no hay deseo. Pero el deseo femenino suele ser más responsivo que espontáneo.

¿Qué quiere decir esto? Que en muchas mujeres, el deseo aparece después de que empieza la estimulación, la intimidad, el contacto. No antes. No siempre es «tengo ganas y entonces actúo», sino que puede ser «empiezo, y entonces tengo ganas».

Comprender esto libera de mucha presión y culpa. No estamos rotas. Estamos desinformadas.

4. Deseo y vínculo emocional

Para muchas mujeres, el deseo está muy conectado con el entorno emocional: sentirse queridas, vistas, respetadas. Esto no es una regla universal, pero sí una tendencia que la ciencia ha confirmado en múltiples estudios.

No se trata de que las mujeres «necesiten amor para desear», sino de que el deseo florece cuando nos sentimos seguras. Cuando no tenemos que defendernos. Cuando podemos bajar la guardia.

Esto tiene mucho sentido si pensamos en cómo el cuerpo responde al estrés, al juicio o a la culpa. No hay placer posible en un entorno hostil.

5. El deseo no desaparece con la edad

Otro mito poderoso: que el deseo femenino se evapora después de la maternidad, o con la menopausia. La realidad es que el deseo cambia, sí, pero no desaparece.

Muchas mujeres descubren nuevas formas de placer y deseo después de los 40, 50 o incluso más. Porque ya no tienen prisa. Porque conocen mejor su cuerpo. Porque se liberan del mandato de «gustar» y se atreven a disfrutar.

La libido no es patrimonio de la juventud. Es un derecho vital.

6. Escuchar al cuerpo sin juicio

El cuerpo habla. A veces en susurros, a veces a gritos. Pero para escucharlo, hay que dejar de juzgarlo. Muchas mujeres viven desconectadas de su cuerpo por culpa de la vergüenza, la autoexigencia o las experiencias negativas.

Reconectar con el cuerpo es un proceso. Puede incluir masturbación consciente, movimiento, danza, terapia, lectura erótica, o simplemente tiempo a solas. No hay una receta única, pero sí una certeza: el deseo necesita espacio para florecer.

7. Deseo propio, no para complacer

El deseo femenino ha estado muchas veces al servicio del otro. «Tener ganas para que él no se enfade», «hacerlo aunque no me apetezca», «poner cara de disfrute aunque no lo sienta». Estas experiencias son más comunes de lo que pensamos.

Recuperar el deseo propio es recuperar el derecho a decir sí cuando es sí, y no cuando es no. A explorar lo que nos gusta de verdad, no lo que creemos que deberíamos disfrutar. A salir del piloto automático.

8. El placer también es político

Hablar del deseo femenino no es solo una cuestión personal. Es también una forma de resistencia. Porque el placer de las mujeres ha sido históricamente invisibilizado, ridiculizado o castigado.

Reivindicar el derecho al deseo es también cuestionar una sociedad que premia la sumisión, que erotiza la desigualdad y que sigue enseñando a las niñas a complacer antes que a disfrutar.

Por eso este post no es solo una reflexión. Es una invitación a cambiar las reglas.

Conclusión

El deseo femenino no necesita ser explicado desde fuera, sino escuchado desde dentro. Cada cuerpo, cada historia y cada pulsación merece espacio y atención. En este blog queremos seguir tendiendo puentes, nombrando lo que durante tanto tiempo ha sido silenciado, y abriendo caminos para que el deseo de las mujeres no sea más un enigma, sino una fuerza viva, digna y compartida.

Gracias por leerme.
Con cariño,
Noemí Tiral

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